Visiones del Infierno: Arte y Pecado en la Compañía de Jesús de Quito

by | Feb 16, 2025 | Artículo | 0 comments

Análisis sobre el cuadro de El Infierno de La Compañía de Jesus de Quito.

Tomando en cuenta la compleja estratificación y dinámicas sociales del Quito colonial del XVII, el presente artículo tiene como objetivo explorar la concepción del pecado en la sociedad colonial en el Quito del siglo XVII.  Así mismo se plantea vislumbrar los diferentes roles de los individuos de la sociedad colonial influyen en esta diferenciación en lo que a la regulación moral se trata. Desde el enfoque de la Compañía de Jesús y la aplicación de sus ideas morales en cuanto al pecado público para la elite criolla y como esto está estrechamente ligado en cuanto en la construcción de su lenguaje visual, que es de hecho fundamental para complementar el discurso jesuítico de tener inmersos todos los sentidos en la relación con lo divino.

A lo largo de los años las representaciones coloniales han sido foco de desinformación. Esta desinformación reproduce la idea de que toda representación fue generada con la finalidad de evangelizar y atemorizar a los naturales de América. En el contexto de los procesos de extirpación de idolatrías, parecería lógico que, las representaciones con imágenes impactantes con Cristos sangrantes y otros horrores hayan sido realizadas para facilitar la imposición de la nueva fe. Sin embargo, el uso de las imágenes profundamente expresivas responden a una lógica contrarreformista que exalta a la imagen desde la noción de la culpa y el temor. Esta forma barroca de representación es sumamente popular en la península ibérica, específicamente en Valladolid y Sevilla, este último con conexión directa a los territorios ultramar del Imperio Español en el siglo XVII. Naturalmente, estas preferencias de representación dentro de los rangos del decoro de reproducción de las imágenes católicas responden a una continuidad y reproducción de los usos del viejo continente; las imágenes no son creadas para asustar a los nativos americanos específicamente. Estas formas de representación de profundo dolor son del gusto de la sociedad española, que tenía preferencia a estas representaciones ya que generaba un nexo espiritual y una apropiación profunda de la experiencia mística. 

La representación de “el infierno”en la iglesia de la Compañía de Jesús en Quito, por ejemplo, es usualmente descontextualizada y extraída de su sentido místico. Este cuadro ha sido objeto de una generalizada mala interpretación ya que sin el análisis pertinente, su contenido es interpretado desde una visión limitada a atemorizar naturales. Esta errónea visión está generalizada y lastimosamente hasta la actualidad se ve impregnada en discursos de todo estrato. Para dispersar estas ideas, a continuación se presenta una breve reflexión sobre las ideas generales y concepción del pecado en el entorno de la elite criolla, donde se analiza cuáles eran los lineamientos morales a seguir por parte de las elites. A continuación, se presenta el contexto y ambiente de uso del cuadro “el infierno” en la Compañía de Jesús, mismo que presenta una aproximación al uso práctico en su tiempo de la imagen referenciada. 

Ideas generales y concepción del pecado en el entorno de la elite criolla

La sociedad quiteña del XVII era una sociedad en decadencia moral, donde las grandes celebraciones religiosas barrocas pasaron a reemplazar a la piedad interna; es decir, las celebraciones apoteósicas reemplazaron la espiritualidad interna de la sociedad quiteña de la época. Esta contradicción era evidente ya que por un lado los habitantes predicaban e invertían un fuerte presupuesto en engrandecer sus fiestas religiosas, y por otro, el descontrol imperaba en las calles de la ciudad franciscana. Así, mientras se realizaba una exacerbada muestra de fe con la creación de obras de arte que respalden su espiritualidad  -pintura, escultura, arquitectura, etc.- en contraposición, la vida libertina y la doble moral campeaba por las calles quiteñas en el siglo XVII. En esto y para intentar frenar este libertinaje y poder regular a la sociedad, La Compañía de Jesús puso en marcha su proyecto. En primer lugar, buscaron usar elementos tangibles para argüir que los acontecimientos desafortunados estaban relacionados  a la decadencia moral en la que estaba sumida la ciudad. Asociaron así, a los desastres naturales y pestes que habían azotado a la ciudad,  al mal moral que reinaba en la sociedad. 
La lista de pecados públicos en el discurso jesuita puede resumirse en dos prácticas que parecían endémicas desde la expansión del mercado: la corrupción definida básicamente como el intercambio clientelar entre la burocracia y la rica sociedad criolla, y el relajamiento definido como la desobediencia a la política segregacionista que transformó distancias estamentales y raciales en formas de subordinación doméstica y sexual. Cabe recalcar que estas regulaciones eran direccionadas a las elites criollas más no a los indígenas. Estas regulaciones tienen por supuesto un trasfondo político de control de la población. Es importante mencionar la relación de los jesuitas y su influencia en la organización política de la sociedad colonial. Intentaban así regular la promiscuidad y abusos que se habían dado en cuanto a los patrones con sus indígenas y al crecimiento ilegítimo de la población. En el siglo XVII el discurso jesuita sobre el pecado público no apuntaba a suprimir la movilidad poblacional, sino a dar un paso entre la integración de la sociedad criolla y la reconstrucción de jerarquías y valores para la regulación de las relaciones sociales entre sectores de distintos estatus.

El discurso del pecado público se asocia a la tesis jesuita según la cual la iglesia debía servir de mediadora entre sujetos de diferente condición  moral. He aquí en dónde radica la importancia del sacramento de la confesión para la Compañía de Jesús, ya que aceptar el pecado permite fomentar la práctica colectiva de la penitencia. Desde luego, en esta línea, se da una internalización de su espiritualidad en relación con la sociedad ya que, se obra mal ante una sociedad y como parte de esta debe reivindicarse. La penitencia era una renuncia del sujeto a un código de pertenencia relacionado con el prestigio social, una subordinación del código del honor al código de la virtud. El pecado público entre las elites era descrito como el de una idolatría hacia la riqueza y gloria personal y en este sentido es un llamado de atención a las élites que estaban olvidando su deber moral ante la sociedad que encabezaban. En las indias, la Compañía de Jesús tomó la iniciativa en un aspecto clave de la modernidad al describir como tiranía al ejercicio de la dominación personal justificado por discursos de superioridad natural, o ejercidos de forma arbitraria. Las elites fueron invitadas a reconocer el carácter delegado de sus funciones de autoridad e interiorizar principios paternalistas. Los ejercicios o ideas morales son dirigidas a los blancos- criollos, para evitar los abusos de estos y fomentar una visión paternalista que su misión es proteger al indígena. En esto cabe hacer énfasis en que, en ese punto la doctrina tiene una connotación no se imposición forzada sino de búsqueda de protección del natural de la obligación moral cristiana de salvar las almas guiandolas a la fe verdadera.

Contexto y ambiente de uso de la pintura de “el infierno”, en la Compañía de Jesús de Quito

El cuadro del infierno está ubicado en la nave norte de la iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, fue realizado en su versión original por Hernando de la Cruz  (1620) sin embargo, se desconoce el paradero de esta versión. Posteriormente, se realiza una copia, que ocupa el lugar de la obra original. Esta réplica fue realizada por Alejandro Salas en 1879. En este cuadro se encuentra una interpretación gráfica del infierno de Dante Alighieri en su divina comedia. La imagen contiene 25 pecados y es una interpretación realizada por el autor original de la obra. Este cuadro mide aproximadamente 450 cm de ancho y 250 cm de largo. En cuanto a la composición, a pesar de ser un cuadro que por su temática debe expresar caos, el autor logra un gran equilibrio estético usando líneas de perspectiva y matices de colores cálidos en contraste con la luminosidad en los personajes.  Es decir, el autor conjuga con gran factura colores, luz y sombra que dotan de armonía a la pintura. 

La temática central y las formas visuales de la imagen responden a las prácticas propias de la época de creación. La obra transmite al espectador violencia a través del uso de colores rojos y escenas terroríficas, de estilo dantesco, inspirado en la concepción medieval del castigo de Dios. Esta visión del castigo eterno no está lejos de las visiones del infierno en Santa Teresa y el mismo San Ignacio de Loyola. La obra es muy original pero sobre todo sumamente compleja en su composición y aun así extremadamente catequética ya que grafica una muy específica consecuencia ante las malas acciones a los ojos cristianos.  La didáctica y equilibrada distribución de las penas según los pecados, que se hacen explícitos con sendos rótulos permiten aproximarnos a la época y su concepción del pecado. La imagen perturba e incomoda a la par, el escenario se disipa hacia el fondo, en un lago de fuego donde los condenados se retuercen entre las figuras demoníacas y los espeluznantes suplicios. En su trono Lucifer preside la escena,  al fondo en una perspectiva desdibujada de los círculos del infierno a la manera de la más emblemática obra de Alighieri.

Al contrario de la creencia generalizada la imagen del infierno no  fue creada con el fin de evangelizar a los indígenas naturales de la entonces Audiencia de Quito. Al contrario, la imagen es parte de un programa de meditación espiritual específico. Este programa estaba orientado hacia los jesuitas (futuros sacerdotes) los cuales en su mayoría se manejaron en un ambiente de recogimiento para poder realizar los ejercicios espirituales designados para su vocación. Así, la intención y efecto en la práctica es el apelar a la interiorización de la fe en los sentidos propios y en esto estimular a la meditación y reflexión individual. Esta reflexión es inducida por la composición general, el montaje teatral barroco que ofrecía la Compañía de Jesús. Es importante tomar en cuenta que con la expulsión de los jesuitas (1767) la iglesia permaneció cerrada y fue víctima de saqueos así que, lógicamente hasta nuestros días, si bien gran parte del “montaje” original se mantiene, sin duda existen elementos agregados y eliminados posteriormente, fuera de la composición original. 

La iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, seguía un orden específico lógico el cual guiaba al observador en seguir coherentemente un discurso sensible.  Acompañado con la oratoria que facilitaba la apropiación y entendimiento de dicho discurso así como con otros elementos teatrales en el templo.Las representaciones visuales junto con la palabra, emitida en los sermones y la catequesis, conformaron la herramienta más eficaz para la difusión de la fe y la explicación de la doctrina. Esta composición se guía y tiene como base principalmente a los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, y en el caso específico del cuadro de “el infierno” podemos notar que es parte de una experiencia de meditación que sigue al quinto ejercicio. En el quinto ejercicio, San Ignacio se refiere a la meditación del infierno y centra la atención en la aplicación de los cinco sentidos, sentir, ver, oler, gustar y escuchar. Cada sentido por separado, recibe el estímulo que precisa para abordar la contemplación:

“(…) ver con la vista de la imaginación la longura, anchura y profundidad del infierno (…) ver con la vista de la imaginación los grandes fuegos, y las animas como en cuerpos ígneos.

Oír con las orejas llantos, alaridos, voces, blasfemias contra Christo Nuestro Señor y contra todos sus santos

Oler con el olfato humo, piedra azufre, sentina y cosas pútridas

Gustar con el gusto cosas amargas, así como lágrimas, tristeza y el verme de la consciencia

Tocar con el tacto, es a saber, cómo los fuegos tocan y abrasan las animas.

Haciendo un coloquio a Chisto nuestro señor, traer a la memoria las ánimas que están en el infierno, unas porque no creyeron el advenimiento, otras, creyendo, no obraron según sus mandamientos (…)”  (Pacheco, 2008. p. 230- 231)

Así podemos notar que, el cuadro del infierno no es una imagen aislada creada para evangelizar sino que más bien, pertenece a un discurso profundo de fe. Esta compleja composición no tenía como intención atemorizar y adoctrinar indígenas, sino que más bien tenía como finalidad la reflexión y apropiación de la experiencia espiritual católica para el entorno quiteño, el cual estaba profundamente relacionado con las actividades de su fe (celebraciones, sacramentos). 

Material bibliográfico consultado: 

  • Ejercicios espirituales por San Ignacio de Loyola. 2014
  • Radiografía de la piedra. Varios autores. FONSAL.  2008
  • El Hombre Bajo el Signo del Pecado por Maurizio Flick. 1972  
  • El Poder del Pecado por Piet Schoonenberg. 1968
  • El Reino de Quito en el Siglo XVII por John Leddy Phelan. 2005 

Soledad Andrade

Nisl massa, ultrices vitae ornare sit amet, ultricies eget orci. Sed vitae nulla et justo pellentesque congue nec eu risus. Luctus lectus non quisque turpis bibendum posuere. Morbi tortor nibh, fringilla sed pretium sit amet.

No te pierdas nada