- Poeta, narradora y ensayista. Doctora en Ciencias de la Educación. Ha ejercido la cátedra en colegios y universidades del país. Como escritora ha incursionado en poesía, ensayo y narrativa. Su obra mayoritariamente poética se ha publicado en los títulos: Poesía universitaria (1964), El ventanal del agua (1965), Con el sol me cubro (1967), Los paso amarillos (cuentos, 1970), Posiblemente el aire (1970), Ayer me llamaba primavera (1973), La lírica ecuatoriana (ensayo, 1975), La sortija de la lluvia (1980), Corazón acróbata (1985), Memoria del humo (1987), Las puertas de la hierba (1994), El pañolón de la abuela (cuento, 1999), Una sola vez en la vida (2000), Poesía junta (antología, 2008), Apuntes desde la orilla (2009), Esplendorosa lluvia (2012), Los bosques interiores (2014).
Ha obtenido importantes premios:
“Ismael Pérez Pazmiño”. Guayaquil, 1970
Premio Nacional de Poesía “Gente Joven”.
Premio “10 mejores cuentos”. Diario El Comercio, 1973
“Lira guayaquileña”. Guayaquil, 1985
“Oswaldo Guayasamín”. Quito, 1987
Premio Nacional “Jorge Carrera Andrade”. Quito, 1994
VII Bienal de Poesía Ciudad de Cuenca. Cuenca, 2008
Mención VII Concurso de Poesía “Cesar Dávila Andrade”. Cuenca, 2012
Su producción consta en antologías nacionales y extranjeras.
INCERTIDUMBRE
De rato en rato
se filtra la dulcísima fragancia
de aquella hierbabuena
inofensiva y fresca.
La hierbabuena tuya
que vuelve a renacer en cada invierno.
Amiga del silencio
y de esta soledad de cada día,
solo ella me podría señalar
la dirección del viento
para llegar a ti
y a tu horizonte ajeno
a donde nunca llega
el imposible beso.
EL TELÉFONO
Testigo, encubridor y cómplice.
Al fin y al cabo necesario.
Propicio para toda componenda.
Verdugo y ángel,
usurpador de espacios,
de tiempos de ternura
y días de zozobra,
y más que amigo enemigo
perturbador del sueño,
incitador del miedo,
baldazo de agua fría
en noches de tiniebla y desencuentro.
Campanillazo incierto y estridente
en medio del sosiego
que solo es espejismo.
El teléfono
metálico asesino
de nuestra libertad,
de nuestra intimidad
y la privacidad que es oro,
candado guardador de frustraciones.
Por eso yo daría lo imposible
para que no existieran los teléfonos.
INVIERNO
En estos días
las calles son pupilas
y húmedas miradas apagándose.
La niebla se desmaya en las ventanas
y adentro es la penumbra.
La lluvia ha recorrido el hemisferio
dejando huellas tétricas,
han muerto las raíces de los álamos
y nacen negros lagos.
La luz asoma débil
detrás de una cortina de nostalgia.
Se ha ido hasta la magia del silencio
y solo aúlla el viento.
El invierno es hoy temible
con sus fauces de hielo y vendavales.
El ánimo se quiebra
esperando del sol un pedacito.
En medio de las piedras
se duermen el granizo con el lodo
y bajo las calzadas y adoquines
se quedan remordidas verdes lágrimas
NADIE SABE
Nadie sabe
a qué hora han de llegar los malos tiempos.
Si al menos un indicio nos guiara
sería diferente.
Pero llegan tormentas de improviso
que invaden y arrasan despiadadas
sin dejarnos resquicios salvadores.
Y el por qué no lo sabemos.
Tan solo continuamos
por un largo camino de amapolas,
espinos y pedruscos,
camino que subimos y bajamos,
que va desde el amor al desatino
y del gozo al desencuentro.
Y nadie sabe
a qué hora ha de llegar el aguacero
ni a qué hora será la retirada.
Y el tedio nos envuelve,
nos hace tropezar hasta caer.
Sin embargo en el hueco que caemos
podría haber raíces,
raíces de una nueva primavera.
EL TIEMPO NO PERDONA
Ya no eres más
el muchacho de los brillantes ojos.
Ahora volví a verte.
Subiste a mi memoria
y nos sentamos juntos
en un tranvía tonto.
Viajamos como extraños.
De pronto me cayó el pasado encima
como aguacero dulce:
Y pude recordar
aquellos días mágicos,
con libros y cuadernos revolando,
con besos a escondidas
en escondidos parques,
y cuando te miraba
la luz se triplicaba en tus pupilas,
y cuando caminábamos
tu mano era mi brújula.
El mundo era dorado
y olía a chocolate.
Ahora volví a verte
y no eres ya el muchacho
de los brillantes ojos.
CÁBALA
No faltan los ilusos
que cada 31 de diciembre
se bañan con champaña,
con pétalos y miel.
Y hay otros que se visten de amarillo
y cómense doce uvas
envueltas en deseos trasnochados.
Y así de cábala en cábala
se van quemando cartas,
promesas, calendarios,
basura y monigotes.
No faltan los insulsos,
los necios y los crédulos
que para ver fortuna y buena suerte
se lanzan de cabeza en los glaciares
o guardan su cazuela de lentejas.
Hay quienes se conforman
con solo amanecer entre canciones
y ver todo el amor,
todo el dinero
apenas en el brillo de una estrella.
Mi cábala de siempre
para vivir feliz conmigo misma
es solo cobijarme
con esta luz de enero impredecible.
SENSACIÓN 2
Sin este sol de almíbar,
mi sol de la mañana
y sin su tibio velo
mi cuerpo sufrirá colapsando.
El sol me llena toda,
me nutre con su llama
para ganar la diaria encrucijada
y despedir al frío.
El sol ecuatorial es un milagro,
ninguno lo supera,
y cuando no lo tengo
me traga la borrasca sin remedio.
No puedo estar sin sol,
mi sol andino,
el único en el mundo y en la vida.
Mi sol de la mañana es como un tónico,
es como un manto dulce,
es todo lo que quiero al levantarme
y todo lo que pido mientras vivo.
Sin este sol rosado,
color de las naranjas y duraznos,
sin este sol pantera,
sin sus reflejos cálidos
yo no resistiría
la gélida ventisca de los años.
LAS MANCHAS DE LA EDAD
Sin nunca darme cuenta
nacieron de una en una
como asustadas sílabas
o signos silenciosos,
tal vez como las huellas
de subterráneos pasos.
Hay días que parecen mariposas
con ganas de volar urgentemente.
Y nunca me di cuenta
de todo este paisaje desteñido
que cada vez el tiempo lo delata.
Y fuere lo que fuere
las manchas de la edad no me disgustan, son parte de mi vida
y son mi todo.
A veces me imagino
que son monedas falsas
pugnando por hacerse verdaderas,
o son como borrones
de un escondido diario.
Después de todo
sin nunca darme cuenta
me fui volviendo célebre
por tantas manchas sabias,
por tantas grietas húmedas
que tratan de escaparse del espejo.
Por eso al fin y al cabo
mis manchas son mis letras,
mis necios garabatos,
mis páginas obscuras,
mi libro más auténtico.
A NOMBRE DEL AMOR
El amor
es un extraño fuego
una esencia
que dura lo que dura la existencia.
Es una luz tan cálida
que nunca se consume.
Pero el amor sonido
es solamente aquello:
un término trivial
que sopla como el viento,
es un lugar común
y una canción trillada.
Es todo lo que deja la neblina
cuando la tempestad acaba,
es decir una larga pesadumbre.
Y a nombre del amor
el mundo continúa
en medio de estaciones y de siglos
que giran en un círculo vicioso,
el círculo del tiempo y del espacio.
El amor ha sido siempre
un poderoso clavo
que fija muestra vida y la sostiene.
Sin embargo el amor como sonido
dejó de ser armónico,
su nombre universal
ya no es la panacea
ni tan si quiera el cofre
de los tesoros puros.
Ahora su esplendor se ha devaluado,
y apenas es un rótulo,
apenas un membrete consumista.
Hace tiempo que el amor
es solo una palabra.
MI CHALINA DE ALPACA
Su lana es la ternura
que viene a enredarse con mi sueño.
Tibieza que aletea suavemente
como alzando mil vuelos clandestinos.
El frío ya se ha ido de mi cuerpo
y las fibras camélidas me abrazan.
Es la sombra del monte
que llega calentando la memoria
y espantando el invierno.
Es la alpaca el milagro
para el viejo cansancio
y la anciana dolencia.
Le dicen el tesoro de los Andes
por tanta calidez y tanto encanto.
Estas hebras delgadas y cromáticas
son arterias silvestres,
son canales de luz
para darle un abrigo a mi tiempo.
Esta lana inefable de pureza exquisita
reconforta mis horas
hasta darles sabor de dorados panales.
La ternura es ahora
mi chalina de alpaca:
sustituta perfecta
del pedazo de sol que me nutre en silencio.
Tomado de Violeta Luna “Ráfaga menguante y otros poemas”. 2019 ISBN: 978-9942-753-55-7