Poetisas y poemas. Violeta Luna (Guayaquil, 1943) 

by | Feb 16, 2025 | Poetisas y poemas | 0 comments

Poeta, narradora y ensayista. Doctora en Ciencias de la Educación. Ha ejercido la cátedra en colegios y universidades del país. Como escritora ha incursionado en poesía, ensayo y narrativa.

  • Poeta, narradora y ensayista. Doctora en Ciencias de la Educación. Ha ejercido la cátedra en colegios y universidades del país. Como escritora ha incursionado en poesía, ensayo y narrativa. Su obra mayoritariamente poética se ha publicado en los títulos: Poesía universitaria (1964), El ventanal del agua (1965), Con el sol me cubro (1967), Los paso amarillos (cuentos, 1970), Posiblemente el aire (1970), Ayer me llamaba primavera (1973), La lírica ecuatoriana (ensayo, 1975), La sortija de la lluvia (1980), Corazón acróbata (1985), Memoria del humo (1987), Las puertas de la hierba (1994), El pañolón de la abuela (cuento, 1999), Una sola vez en la vida (2000), Poesía junta (antología, 2008), Apuntes desde la orilla (2009), Esplendorosa lluvia (2012), Los bosques interiores (2014).

Ha obtenido importantes premios: 

“Ismael Pérez Pazmiño”. Guayaquil, 1970

Premio Nacional de Poesía “Gente Joven”. 

Premio “10 mejores cuentos”. Diario El Comercio, 1973

“Lira guayaquileña”. Guayaquil, 1985

“Oswaldo Guayasamín”. Quito, 1987

Premio Nacional “Jorge Carrera Andrade”. Quito, 1994

VII Bienal de Poesía Ciudad de Cuenca. Cuenca, 2008

Mención VII Concurso de Poesía “Cesar Dávila Andrade”. Cuenca, 2012

Su producción consta en antologías nacionales y extranjeras.

INCERTIDUMBRE 

De rato en rato 

se filtra la dulcísima fragancia

 de aquella hierbabuena

inofensiva y fresca.

La hierbabuena tuya

que vuelve a renacer en cada invierno.

Amiga del silencio

 y de esta soledad de cada día, 

solo ella me podría señalar

 la dirección del viento

 para llegar a ti 

y a tu horizonte ajeno 

a donde nunca llega 

el imposible beso.


EL TELÉFONO 

Testigo, encubridor y cómplice.

Al fin y al cabo necesario.

Propicio para toda componenda.

Verdugo y ángel, 

usurpador de espacios, 

de tiempos de ternura 

y días de zozobra, 

y más que amigo enemigo

perturbador del sueño, 

incitador del miedo, 

baldazo de agua fría 

en noches de tiniebla y desencuentro.

Campanillazo incierto y estridente 

en medio del sosiego 

que solo es espejismo.

El teléfono 

metálico asesino 

de nuestra libertad, 

de nuestra intimidad 

y la privacidad que es oro, 

candado guardador de frustraciones.

Por eso yo daría lo imposible 

para que no existieran los teléfonos.


INVIERNO

En estos días

las calles son pupilas 

y húmedas miradas apagándose.

La niebla se desmaya en las ventanas 

y adentro es la penumbra.

La lluvia ha recorrido el hemisferio

dejando huellas tétricas, 

han muerto las raíces de los álamos

y nacen negros lagos.

La luz asoma débil

detrás de una cortina de nostalgia.

Se ha ido hasta la magia del silencio 

y solo aúlla el viento.

El invierno es hoy temible 

con sus fauces de hielo y vendavales.

El ánimo se quiebra

esperando del sol un pedacito.

En medio de las piedras

se duermen el granizo con el lodo 

y bajo las calzadas y adoquines 

se quedan remordidas verdes lágrimas


NADIE SABE

Nadie sabe

a qué hora han de llegar los malos tiempos.

Si al menos un indicio nos guiara 

sería diferente.

Pero llegan tormentas de improviso

que invaden y arrasan despiadadas

sin dejarnos resquicios salvadores.

Y el por qué no lo sabemos.

Tan solo continuamos 

por un largo camino de amapolas, 

espinos y pedruscos, 

camino que subimos y bajamos, 

que va desde el amor al desatino 

y del gozo al desencuentro.

Y nadie sabe

a qué hora ha de llegar el aguacero

ni a qué hora será la retirada.

Y el tedio nos envuelve, 

nos hace tropezar hasta caer.

Sin embargo en el hueco que caemos

podría haber raíces, 

raíces de una nueva primavera.


EL TIEMPO NO PERDONA

Ya no eres más

el muchacho de los brillantes ojos.

Ahora volví a verte.

Subiste a mi memoria 

y nos sentamos juntos 

en un tranvía tonto.

Viajamos como extraños.

De pronto me cayó el pasado encima

como aguacero dulce:

Y pude recordar 

aquellos días mágicos, 

con libros y cuadernos revolando, 

con besos a escondidas 

en escondidos parques, 

y cuando te miraba 

la luz se triplicaba en tus pupilas, 

y cuando caminábamos 

tu mano era mi brújula.

El mundo era dorado 

y olía a chocolate.

Ahora volví a verte 

y no eres ya el muchacho 

de los brillantes ojos.


CÁBALA 

No faltan los ilusos 

que cada 31 de diciembre 

se bañan con champaña, 

con pétalos y miel.

Y hay otros que se visten de amarillo 

y cómense doce uvas

envueltas en deseos trasnochados.

Y así de cábala en cábala 

se van quemando cartas, 

promesas, calendarios, 

basura y monigotes.

No faltan los insulsos, 

los necios y los crédulos 

que para ver fortuna y buena suerte 

se lanzan de cabeza en los glaciares 

o guardan su cazuela de lentejas.

Hay quienes se conforman 

con solo amanecer entre canciones 

y ver todo el amor, 

todo el dinero

apenas en el brillo de una estrella.

Mi cábala de siempre 

para vivir feliz conmigo misma

es solo cobijarme

con esta luz de enero impredecible.


SENSACIÓN 2

Sin este sol de almíbar, 

mi sol de la mañana 

y sin su tibio velo 

mi cuerpo sufrirá colapsando.

El sol me llena toda, 

me nutre con su llama 

para ganar la diaria encrucijada 

y despedir al frío.

El sol ecuatorial es un milagro, 

ninguno lo supera, 

y cuando no lo tengo 

me traga la borrasca sin remedio.

No puedo estar sin sol, 

mi sol andino,

el único en el mundo y en la vida.

Mi sol de la mañana es como un tónico, 

es como un manto dulce, 

es todo lo que quiero al levantarme 

y todo lo que pido mientras vivo.

Sin este sol rosado, 

color de las naranjas y duraznos, 

sin este sol pantera, 

sin sus reflejos cálidos 

yo no resistiría 

la gélida ventisca de los años.


LAS MANCHAS DE LA EDAD

Sin nunca darme cuenta 

nacieron de una en una 

como asustadas sílabas 

o signos silenciosos, 

tal vez como las huellas 

de subterráneos pasos.

Hay días que parecen mariposas 

con ganas de volar urgentemente.

Y nunca me di cuenta 

de todo este paisaje desteñido

que cada vez el tiempo lo delata.

Y fuere lo que fuere

las manchas de la edad no me disgustan, son parte de mi vida 

y son mi todo.

A veces me imagino 

que son monedas falsas

pugnando por hacerse verdaderas, 

o son como borrones 

de un escondido diario.

Después de todo 

sin nunca darme cuenta 

me fui volviendo célebre 

por tantas manchas sabias, 

por tantas grietas húmedas

que tratan de escaparse del espejo.

Por eso al fin y al cabo 

mis manchas son mis letras, 

mis necios garabatos, 

mis páginas obscuras, 

mi libro más auténtico.


A NOMBRE DEL AMOR

El amor

es un extraño fuego

una esencia

que dura lo que dura la existencia.

Es una luz tan cálida

que nunca se consume.

Pero el amor sonido 

es solamente aquello:

un término trivial

que sopla como el viento, 

es un lugar común 

y una canción trillada.

Es todo lo que deja la neblina 

cuando la tempestad acaba, 

es decir una larga pesadumbre.

Y a nombre del amor 

el mundo continúa

en medio de estaciones y de siglos 

que giran en un círculo vicioso, 

el círculo del tiempo y del espacio.

El amor ha sido siempre 

un poderoso clavo

que fija muestra vida y la sostiene. 

Sin embargo el amor como sonido

dejó de ser armónico, 

su nombre universal

ya no es la panacea 

ni tan si quiera el cofre 

de los tesoros puros.

Ahora su esplendor se ha devaluado, 

y apenas es un rótulo, 

apenas un membrete consumista.

Hace tiempo que el amor 

es solo una palabra.


MI CHALINA DE ALPACA

Su lana es la ternura 

que viene a enredarse con mi sueño.

Tibieza que aletea suavemente 

como alzando mil vuelos clandestinos.

El frío ya se ha ido de mi cuerpo 

y las fibras camélidas me abrazan.

Es la sombra del monte 

que llega calentando la memoria 

y espantando el invierno.

Es la alpaca el milagro 

para el viejo cansancio 

y la anciana dolencia.

Le dicen el tesoro de los Andes 

por tanta calidez y tanto encanto.

Estas hebras delgadas y cromáticas 

son arterias silvestres, 

son canales de luz

para darle un abrigo a mi tiempo.

Esta lana inefable de pureza exquisita

reconforta mis horas

hasta darles sabor de dorados panales.

La ternura es ahora 

mi chalina de alpaca:

sustituta perfecta

del pedazo de sol que me nutre en silencio.

Tomado de Violeta Luna “Ráfaga menguante y otros poemas”. 2019 ISBN: 978-9942-753-55-7 

Soledad Andrade

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